Los duelos forman parte de la vida. Y a pesar de ello, vivimos sin conciencia de todos aquellos duelos que atravesamos desde que nacemos (como niños, adolescentes y adultos), por esa falta de educación temprana en la gestión emocional.
Entonces, ¿qué es el duelo? No es una enfermedad, eso vaya por delante. No pasa solo en casos de fallecimientos. Se puede definir como el camino de la aceptación, es circular, evolutivo y espiritual. Es un proceso compuesto por varias etapas que nos permiten aceptar algo que nos ha ocurrido, extraer un aprendizaje y crear un nuevo proyecto.
Vamos a centrarnos en los duelos de los que menos se habla: los relacionados con el mundo del trabajo, con el entorno profesional y emprendedor. Los mensajes que recibimos continuamente y que tenemos profundamente integrados en nuestro ser, nos recuerdan (y está bien) que somos capaces de alcanzar objetivos, que nuestro poder es muy grande y que, con fuerza de voluntad y organización, se puede lograr mucho.
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Pero no siempre. Y nadie nos habla de todos aquellos proyectos, sueños, inversión económica, motivación, energía y esfuerzo que en otras ocasiones se quedan en el camino.
¿Qué hacemos con esos sueños rotos, con las expectativas no cumplidas? ¿Con la pérdida de salud física, emocional y mental por el estrés apostando por un proyecto? ¿Con esa expectativa de ascenso o aumento de sueldo que finalmente no se da? ¿Con ese traslado laboral, a otra ciudad, con toda la familia o sin la familia? ¿Con ese cambio de departamento en el que te sentías bien? ¿Con ese despido? ¿Con esa jubilación anticipada?
Por lo general, nada. Lo relegamos al más oscuro rincón de nuestro ser y ahí lo dejamos, pensando que no pasa nada.
Sin embargo, la realidad es que pasa y mucho: las expectativas no cumplidas nos llevan a una frustración interna, seamos capaces de identificarla o no. De ahí, se pasa con cierta facilidad a la rabia; las personas que son incapaces de vivir permanentemente enfadadas, alcanzan un estado de resignación (que nada tiene que ver con la aceptación) y que, en un porcentaje importante, puede desembocar en una depresión.
¿Cuál es la alternativa? Expresar dicha frustración y hacerlo a través del duelo, de ese proceso que nos ayuda a aceptar lo que ha pasado y a soltar lo que ya no es.
Las etapas del duelo varían según los distintos autores y no son lineales; se puede saltar de una a la otra sin orden ni concierto. En el entorno empresarial, voy a mencionar seis: las tres primeras son emocionales e incluyen la negación, la ira y la tristeza; las tres últimas son intelectuales y consisten en la aceptación, el aprendizaje y los nuevos proyectos.
Cada emoción nos ayuda a conectar con una parte, con una necesidad (asimilación, introspección, vulnerabilidad). La aceptación es serenidad, estar profunda y honestamente en paz con lo que ha ocurrido.
En nuestra sociedad, necesitamos herramientas y práctica continua, pues una acumulación de duelos no gestionados, ante uno mayor por fallecimiento o pérdida de salud propia o de los que me rodean, puede desembocar en depresiones, enfermedades crónicas, somatizaciones, toxicología y conductas compulsivas.
Para gestionar un duelo hay que reconocer la pérdida, la expectativa no cumplida; hay que aceptar que el duelo es natural y darse permiso para transitarlo, para hablar sobre la merma y el dolor que eso produce. Asimismo, hay que darse tiempo, descansar e incluso, aceptar ayuda. Finalmente, después del proceso y todo el trabajo interno que conlleva, hay que aceptar y clausurar la expectativa no cumplida.
Hoy, te invito a tomar conciencia de tu próximo duelo…
En la vida no hay cosas que temer, solo cosas que comprender… Hablemos.
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Gracias a la vida, por poner en mi camino a todas las personas que me están ayudando a cumplir con mi propósito.