Desde que nacemos hasta el día de nuestra muerte, estamos atravesando duelos continuamente. Existen estudios que afirman que un 50% de los problemas psicológicos de una persona adulta son debidos a duelos no resueltos.
¿Qué es el duelo? Es el proceso natural que sigue a cualquier tipo de pérdida. Por un lado, como seres racionales y con libre albedrío en la dualidad de este mundo, estamos eligiendo continuamente, ya sea de forma consciente o inconsciente. Y cada elección implica una pérdida, la de aquello que no escogemos, que descartamos. Algunas veces, las elecciones son claras y fáciles. Sin embargo, en muchas otras, a pesar de que escogemos una cosa o camino, la pérdida de aquello a lo que renunciamos nos pesa. Y ya no hablemos de las pérdidas que no escogemos, que no controlamos y sobre las que no hemos tenido ningún poder de decisión.
Cualquier tipo de pérdida, sea de un ser querido, de nuestra mascota, de una relación, de un trabajo, de la inocencia cuando se pasa a la adolescencia… cualquier tipo de pérdida requiere un proceso de duelo. Y cualquier duelo necesita de una comprensión de las emociones que nos embargan, así como de una gestión del estrés adicional que se añade a nuestro día a día.
En la actualidad, se dice que el duelo es un proceso natural que tiene diferentes dimensiones (ya no se habla de fases). No es un proceso lineal ni tienen una duración concreta; es personal, único y, a la vez, universal.
Dimensión traumática o estado de shock: todo lo relacionado con las circunstancias de la muerte inesperada: si ha sufrido o no, si estuvo apoyada, si vio o no vio el cuerpo… No hablamos de aceptación todavía, pero sí de ser capaces de mirar de frente a esa nueva realidad.
Dimensión de protección (negación): nos protege, nuestro cerebro necesita minimizar el impacto de la pérdida, y gradúa el nivel de dolor para ello. Es natural y humano y nos permite sobrevivir y seguir funcionando. Esta etapa dura entre 1 y 2 años, y los dolientes se ocupan con muchas actividades compulsivamente, evitando lugares, objetos y compartir todo aquello que nos recuerda la pérdida.
Dimensión relacional o de integración: En esta fase, ya se puede tolerar el dolor. Se puede entrar en un recuerdo y vivir el dolor que trae dicho recuerdo (y que tiene un mensaje) mientras buscamos el significado profundo de la relación.
Dimensión de crecimiento y transformación: aquí se materializan cambios importantes en la forma de relacionarnos con los demás, con más empatía, con una mirada diferente; en nuestra escala de valores, que redefinimos, matizamos o cambiamos; en nuestra identidad personal, descubriendo nuevas fortalezas; a nivel transpersonal, con una mayor capacidad de expandir la conciencia.
Resumiendo, sufrimos pérdidas continuamente, y por salud emocional, física y psicológica, sería maravillosa que nos enseñaran desde pequeños que, al perder algo, todo aquello que sentimos está bien, y que no estamos enfermos. Y que la mejor forma de seguir adelante con cierta serenidad y sabiduría es adquiriendo las herramientas y los conocimientos necesarios para resolver todos los duelos de la vida.
En la vida no hay cosas que temer, solo cosas que comprender… Hablemos.
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Gracias a la vida, por poner en mi camino a todas las personas que me están ayudando a cumplir con mi propósito.